Lo sé, este juego se estrenó a finales del año pasado, sin embargo, un servidor apenas se hizo de una Play 5 y tras jugar el primer capítulo de la aventura nórdica de Kratos, no podía sino continuar con la aventura.
Si la primera parte narra la aventura de Kratos y un pequeño Atreus para complacer el último deseo de Faye, en esta oportunidad el camino se forja a partir del arrepentimiento de ambos dioses por sus actos del pasado y la búsqueda de la redención pese a los complejos tejidos del destino.
Atreus, ahora un adolescente intrépido y sagaz pero con chispazos de inmadurez e impulsividad propias de la edad, está deseoso de conocer más sobre quién es él realmente y cuál es su conexión con el pueblo Jotunheim. Por su parte, el otrora Dios de la Guerra griego está harto de peleas y guerras, y su único objetivo es evitar que su hijo siga sus pasos. Esta dualidad de objetivos hará chocar constantemente a ambos a lo largo de la historia, y los obligará a tomar decisiones que engendrarán nuevas problemáticas.
En este épico viaje de redención, los dioses del pasado, Odín y Thor, se presentan como antagonistas desde los albores de la aventura. Junto a ellos, personajes perfectamente construidos y escritos, como Freya, Mimir y los hermanos Huldra, vuelven a cautivar al jugador. La historia nos presenta giros inesperados y momentos imprevistos que demuestran el excelso trabajo de escritura narrativa realizado por el staff de Santa Mónica.
La madurez es uno de los pilares fundamentales de esta pieza, al igual que en juegos anteriores como The Last of Us y The Last of Us Part II. Cada derramamiento de sangre es una consecuencia que se debe afrontar, y el jugador debe sumergirse en el mundo de Ragnarok con paciencia y reflexión, saboreando cada detalle.
Si bien la historia es una maravilla en su conjunto, es importante destacar un par de aspectos que podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. El final de Thor y Odín, aunque argumentalmente válido, se siente fugaz en comparación con los estándares de la franquicia. Además, el cambio repentino de actitud de Sif hacia el final de la aventura resulta forzado y no se explora lo suficiente.
God of War: Ragnarok es una obra de arte imprescindible para los fanáticos de la primera entrega y una recomendación muy fuerte para aquellos que buscan un videojuego con una jugabilidad sólida y una narrativa en tercera persona cautivadora. Es el épico cierre de Kratos como protagonista de una franquicia que ha dejado una huella profunda en toda una generación de jugadores. Mientras nos despedimos de Kratos, damos la bienvenida a un futuro prometedor con Atreus, quien podría tomar la batuta en nuevas y emocionantes aventuras.
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